Pablo Picasso y sus
tres dimensiones
El MOMA —Museo de Arte
Moderno— de la ciudad de Nueva York inauguró este mes una exhibición de
esculturas de Picasso que es una obra de arte en sí misma.
La asombrosa Picasso Sculpture es enorme, ambiciosa e
imperdible. Un evento que se da una sola vez en la vida. Está distribuida en
once espacios del cuarto piso del museo y separada en períodos. Cada tanda es
distinta de la anterior, y ocupa una galería propia dentro del museo.
Las 140 esculturas
fueron realizadas entre 1902 y 1964 y comprenden diez tipos de materiales
diferentes, entre ellos madera, yeso, láminas de metal, arcilla y canto rodado
pequeño.
En la segunda galería
se reúnen las seis esculturas de 1914 “Vasos de absenta”, pequeñas obras de
bronce pintado que sugieren perfiles de gente borracha e incluyen cucharas y
cubos de azúcar, como si fueran verdaderos tragos de absenta listos para ser
bebidos.
Picasso siempre
mantuvo sus esculturas como a su familia, muy cerca, especialmente sus grandes
obras en yeso. Vivió rodeado de ellas desde la década del 30, como se puede ver
en las fotos que Brassai tomó en el estudio del artista entre 1930 y 1945. Una
veintena de estas imágenes está expuesta en una pequeña galería como parte de la
exposición.
Esta muestra se
permite preguntarse si Picasso fue mejor pintor que escultor o viceversa. Es
una pregunta casi imposible de responder. En ambos medios Picasso supo romper
completamente todas las reglas del arte existentes hasta el momento.
En las galerías del
cuarto piso se exhibe la pintura “Demoiselles d’Avignon”, pilar sobre el que
Picasso y Braque erigieron el Cubismo. Quizás incluso más importante fue el favor
que Picasso le hizo a la escultura con su “Guitarra”, obra de 1914 que marcó el
rumbo de la escultura moderna estableciendo el espacio —volumen, vacío e ingravidez—
como su material principal.
Es imposible ignorar
su destreza para darle doble vida a los materiales. Dos tornillos podían ser
las piernas de una niña que lee un libro, parte de una canilla podía ser la cabeza de una
grulla cuyas plumas fueron alguna vez una pala, un pedazo de madera tallada se
podía transformar en una antigua escultura de terra cotta.
En la octava galería
de la muestra, 1945 a 1953, se ven esculturas de animales de cerámica
esmaltada, la ya mencionada “Grulla” con su cabeza hecha de pala, y una
escultura de una mujer con un bebé hecha de pequeños pedazos de madera que podría
perfectamente ser obra de algún otro artista. Aquí también hay un enorme montaje
de flores con una maceta y su regadera, hecha de madera, metal y fragmentos de
ollas acoplados ingeniosamente con yeso pintado. El amarillo dominante sugiere
un homenaje a “Los Girasoles” de Van Gogh.
Cada galería es una
exhibición en sí misma, llena de eslabones, alusiones y contrastes que ensamblan
todos los trabajos y al mismo tiempo los separan. La última galería lleva
nuevamente al comienzo en un camino circular que es casi perfecto: el progreso
de las esculturas de Picasso no fue lineal, y el impulso que se siente en este
punto es el de seguir circulando, para asimilar más y más con cada rotación.
Esta es una de las
mejores exhibiciones que tuvo, tiene y tendrá el MOMA. Las galerías del cuarto
piso, que normalmente exponen la colección permanente, están mejor que nunca.
Si los curadores del museo deciden instalar menos obras que las usuales una vez
terminada esta exposición, los visitantes del museo tendrán una mejor chance de
transformarse en genuinos amantes del arte en vez de ser turistas de museo
coleccionistas de selfies.
Lola Schenone
LOS IMPERDIBLES:
|
Vaso de absenta |
|
Pájaro |
|
Toro |
|
Grulla |
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Guitarra |
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Cabeza de guerrero |
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Babuino con cría |
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Esculturas en cerámica 1945-1953 |
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Mujer en jardín |